lunes, 9 de diciembre de 2013

¡De Zahlé tenía que ser! Saïd Akl y el alfabeto libanés

Et si j’écris en français, qui es la langue de mon pays, plutôt qu’en latin, qui est celle de mes précepteurs, c’est à cause que j’espère que ceux qui en se servent que de leur raison naturelle toute pure jugeront mieux de mes opinions que ceux qui ne croient qu’aux livres anciens. Et pour ceux qui joignent le bon sens avec l’étude, lesquels seuls je souhaite pour mes juges, ils en seront point, je m’assure, si partiaux pour le latin, qu’ils refusent d’entendre mes raisons, parce que je les explique en langue vulgaire
Jean-René Descartes, Discurso del método.

La population du Liban est Libanaise, tout simplement
Michel Chiha.

Yet, I have only known one person who actually spoke classical Arabic all the time, a Palestinian political scientist and politician whom my children used to describe as “the man who speaks like a book”.

Vista de Zahlé, ciudad natal de Saïd Akl. Fuente: Wikipedia. 
Aunque hemos comenzado nuestra intervención en este blog con tres citas de celebridades intelectuales de primer nivel, la historia que vamos a contar no arranca ni en los elegantes salones del Paris savant del Racionalismo, ni en el Beirut mercantil de entreguerras, ni tampoco en un aula neogótica de la Universidad de Columbia, sino en una pequeña ciudad de la Beqaa conocida por su carácter levantisco y, en buena medida, agresivo: Zahlé. Efectivamente, tenemos que detenernos por un momento en la “novia de la Beqaa” (compañera ideal de ese “señor del campo” que es Baalbeck en su etimología canaanea), en esa ciudad, cuyos habitantes eran considerados «insolentes, abusivos con los extranjeros y tiránicos» (FAWAZ, 1988, 53) por los viajeros europeos del siglo XIX, y cuya belicosidad se extendía por igual a los musulmanes que a sus correligionarios cristianos (la ciudad era – y sigue siendo – el centro principal de la comunidad greco-católica en Líbano), es donde, en 1911, nació el protagonista de este post: Saïd Akl. 

 Said Akl, sin morderse la lengua.

Saïd Akl, digno hijo de su ciudad por su carácter indomable y por su fama de “no morderse la lengua” – que puede verse claramente en el vídeo anterior, proviene de una rica familia venida a menos por la célebre prodigalidad de su padre, uno de los famosos qabaday (u “hombres duros” en la traducción de FAWAZ, 1988, 52) de Zahlé. Estudió en su localidad natal y, aunque no pudo, o quizás precisamente por ello, cumplir su sueño de estudiar ingeniería en Beirut, se aplicó a la tarea de «convertirse en el arquitecto del espíritu de la nación» (SALAMEH 2010, 139). Fue precisamente durante su frustrante escapada a Beirut que el joven Akl entró en contacto con los jeunes phéniciens que, en torno a la figura del padre Lammens, acabarían por erigirse en los principales representantes del nacionalismo libanés, en sus distintas corrientes: Michel Chiha, Charles Corm, Hector Klat, Elie Tian...

Charles Corm. Wikipedia
Para los mencionados apóstoles de ese nacionalismo de entreguerras, ya fueran fenicianistas, mediterraneanistas, maronitistas o seguidores de cualquier otro “ismo”, el Líbano constituía un verso suelto en Oriente Próximo, un país singular, distinto de cualquier otro de los estados del entorno, por mor ya fuera de su historia, ya fuera de su geografía, según el énfasis que le quisiera poner cada una de las corrientes, en palabras del poeta-devenido-empresario Charles Corm (1987, 103-104):

Toutes les nations se sont toujours ruées
Sur ce petit lopin de terre extenuée
Qui leur devint fatal!

  Nous avons vu passer les peuples et les âges,
Et nous sommes restés, dans l’azur éclatant,
Fermes sur les sommets, calmes, pensifs et sages,
Depuis la nuit des temps!

Combien ont défilé de mages, de poètes,
De princes, de soldats, de chefs empanachés,
De rois, de potentats, de dieux et de prophètes
Aux pieds de nos rochers!

Mais notre Nahr el-Kalb, plus grand que vous outrages,
Ne retient sur ses bancs, de vos sanglants passages,
Que le fragile éclat

¿Cómo explicar, pues, que si los invasores no han dejado nada más que el “frágil resonar de sus pasos”, los libaneses hablen árabe? Preguntarán los arabistas, a lo que los nacionalistas responderán que los libaneses siempre han sido un pueblo políglota, en palabras del banquero-devenido-articulista Michel Chiha (1964, 84):

Michel Chiha. Espace Français
Le Liban a rendu à la langue arabe, depuis un siècle, les services les plus éminents. Il sera de plus en plus, de cette langue illustre, un des flambeaux. Mais le Liban parlera aussi et écrira à sa guise le français, l’anglais, le turc et le persan, le portugais et l’espagnol dans toute la mesure où cela lui sera nécessaire ou lui plaira.

Esta poliglosia libanesa, festejada como herencia del glorioso pasado fenicio y característica inherente al ser libanés, no será tan celebrada por el poeta (CORM, 1987, 101) cuando se lamente diciendo:

      Qu’un peuple est orphelin quand il n’a pas de langue;
Que les langues d’autrui sont un habit d’emprunt,
Qu’on y parait douteux, honteux, chétif, exsangue,
Étrange et importun!

Frente a sus ilustres precursores se levantará el nuevo nacionalismo de Saïd Akl: el libanismo, para el que Líbano no es ni fenicio, ni mediterráneo, ni – mucho menos – árabe, sino, simplemente, libanés. No quiere ello decir que se renuncie al pasado fenicio – en ningún modo, es más, Akl irá hasta el punto de afirmar que el mundo no sólo debe al Líbano el alfabeto, sino también el monoteísmo, el descubrimiento del átomo, el gobierno representativo, el estoicismo y la geometría euclidea – sino que, a su juicio, los fenicios no son sino una de las encarnaciones históricas del genio libanés, entre otras muchas. ¿Y este pueblo tan emprendedor, acaso carece de su propia lengua? Por supuesto que no, nos dirá Akl, posee una lengua propia, distinta genéticamente del árabe, y directamente descendida del fenicio-arameo de antaño.

La cruzada lingüística de Saïd Akl comienza en 1954, cuando pronuncia una conferencia en el Cénacle Libanais (célebre foro de debate de l’âge d’or libanesa) en la que identifica al árabe con el latín, afirmando, por tanto, que el MSA no es sino una lengua muerta, incapaz de expresar las necesidades del hombre contemporáneo y haciendo un llamamiento a la adopción del dialecto libanés como vehículo de expresión no sólo privada, sino también pública. Las ideas de Akl no son, sin embargo, tan extrañas como pudiera parecer, pues ya antes que él otras figuras relevantes de la literatura árabe como Salama Musa, Tawfiq Awwan, Abdelaziz Fehmi Pasha o el mismísimo Taha Husein se habían manifestado en pro de la reforma de la lengua escrita. Sin embargo, nuestro protagonista no se quedará en comparaciones árabe-latín, sino que irá más allá y, a partir de los años 60, pasará a negar cualquier tipo de relación entre el árabe y la que, a partir de entonces, denominará siempre lengua libanesa, o como él mismo dice «[la lengua] libanes[a] es el vástago de tu madre Fenicia, no de tu tía Arabia» (en SALAMEH, 2004, 206), es decir, el libanés es una versión modernizada y actualizada de la antigua lengua canaanea hablada en Tiro y Sidón hace miles de
El padre Lamens
años.

Si la lengua hablada en Líbano no es árabe, lógicamente tampoco la escritura árabe servirá para representar los sonidos de esta lengua libanesa, dirá Saïd Akl, apoyándose para ello en la obra de autores como Adrien Barthélemy, quien en su Dictionnaire des Dialectes de Syrie: Alep, Damas, Liban, Jérusalem afirmará, sin ambages, que «los tres símbolos [vocálicos] de la lengua escrita son incapaces de expresar con precisión las diez vocales de la lengua hablada» (P. V); o el padre Lammens quien, en 1928, atribuirá a la complejidad del alfabeto árabe «la gran extensión del analfabetismo entre las naciones que [...] lo usan» (Cit. en SALAMEH, 2004, 215). Frente a la mencionada complejidad del alfabeto árabe, con sus más de 600 signos (no en vano, para representar el fonema /g/ se emplean ni más ni menos que cuatro grafías diferentes: غ، ـغـ، غـ، ـغ), Akl propondrá un alfabeto latino modificado, «consistente en sólo treinta y seis símbolos, desprovistos de puntos, guiones, apóstrofes, acentos o cualquier otro [...] diacrítico [...]» (SALAMEH,  2010, 241) y en el que además cada letra representa, sola y exclusivamente, un sonido, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en castellano (en donde la letra c puede representar los fonemas /θ/ o /k/ dependiendo de la vocal que la acompañe).

El alfabeto akliano. Fuente: El-Sawt

Aunque la lengua libanesa continua siendo el vehículo de comunicación oral predominante en Líbano (tanto en las conversaciones cotidianas como en el espacio público: las clases en la universidad, los sermones en las iglesias, los programas de televisión, etc. se desarrollan, con contadas excepciones, en libanés), lo cierto es que la reforma alfabética propuesta por Akl no ha conocido el éxito que él esperaba (lo que no impide que el autor se identifique a sí mismo con Dante y otros “lobos solitarios” que promovieron las lenguas vernáculas frente a los latines de su tiempo), y él mismo ha continuado escribiendo en árabe clásico. Las razones que pueden explicar el fracaso de esta propuesta lingüística son, desde luego, numerosas y van desde escrúpulos religiosos (no olvidemos que el Corán está escrito en árabe y que, para los musulmanes, contiene la palabra de Dios mismo; admitir que la lengua árabe está fosilizada o anticuada podría causar preguntas incómodas desde el punto de vista teológico, sobre todo a la luz de Corán 12:2) hasta la pereza, en palabras del propio Said Akl, por aprender nuevos signos y reglas gramaticales (SALAMEH, 2010, 219).

Los mitos y leyendas libaneses, de la literatura al discurso oficial
El intento de Akl ha fracasado, decíamos antes, y sin embargo, por doquier se ven instituciones y páginas web dedicadas a la enseñanza de la lengua vernácula libanesa, empleando versiones modificadas del alfabeto akliano, al tiempo que los mitos y leyendas que él contribuyó a crear han saltado de las páginas de Cadmus o Yara a la cultura popular. Quizás algún día se diga que, efectivamente, Akl ha sido el Dante libanés, pero también cabe que nos preguntemos ¿Qué sentido tiene promover una lengua con tres o cuatro millones de hablantes, cuando hay cuatrocientos millones que utilizan un dialecto del árabe? ¿Puede sobrevivir una lengua minoritaria en este mundo de televisiones por satélite (Al-Jazeera, Al-Arabiya) y comunicaciones globales por internet? Sólo el tiempo podrá responder a estas preguntas, por ahora no nos queda más remedio que felicitar al ya centenario Saïd Akl por haber tenido la valentía, con luces y sombras, de agitar el panorama cultural árabe de su época con sus propuestas rupturistas.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

CHIHA, M. (1964); Politique Intérieure. Beirut, Éditions du Trident.
CORM, C. (1987); La Montagne Inspirée. Beirut, Éditions de la Revue Phénicienne.
FAWAZ, L. (1988); «Zahle and Dayr el-Qamar. Two market towns of Mount Lebanon during the civil war of 1860». Lebanon: a History of Conflict and Consensus. Londres, I.B. Tauris, pp. 49-63.
SALAMEH, F. (2004); Inventing Lebanon: Lebanonism in the Poetry and Thought of Saïd Akl. Tesis doctoral, Brandeis University.
SALAMEH, F. (2010); Language, Memory, and Identity in the Middle East: the case for Lebanon. Plymouth, Lexington Books.

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