Los
musulmanes en Europa y Estados Unidos han tratado de
redefinir sus aspiraciones políticas a través de una nueva
identidad urbana basada en un repertorio islámico occidental,
especialmente desde el 11-S. Pretenden dejar atrás los discursos
islamistas tradicionales y configurar una nueva cultura moderna y urbana asentada en una “ética” islámica
individualizada acorde con las sociedades en las que viven
En contraste con la austeridad de los islamistas más tradicionales que
recomendaban el ascetismo y rechazaban frontalmente los estándares
culturales occidentales, una nueva élite cultural urbana de
musulmanes nacidos en el seno de las sociedades occidentales
ha emergido y está aquí para quedarse. Estas nuevas élites de
musulmanes, a diferencia de sus padres o abuelos, han nacido y
crecido en Occidente (si es que tal cosa existe), o lo que es lo
mismo, se han criado en un contexto socio-político diferente.
Además, constituyen una nueva generación, lo que sin lugar a dudas
les aleja aun más del universo mental de sus antecesores. Lo que
mejor caracteriza a esta emergente élite cultural musulmana
es, por un lado, la interiorización de nuevas formas de dialogar con
el “otro” occidental tratando de enfrentarle a sí mismo en lugar
de buscar una confrontación directa con “él”, lo que ha dado
origen a un renovado discurso que, de forma ingeniosa y creativa,
pone en evidencia los prejuicios que existen contra los musulmanes y
el islam en Occidente. Por otro lado, puede observarse cómo esta
renovada élite cultural de jóvenes musulmanes ha puesto en marcha
empresas y proyectos cuya originalidad reside en la “ética”
islámica que los envuelve y que intenta promover a través de
canales no-tradicionales, como por ejemplo la música, el teatro o la
televisión.
Entre
las "novedades" que promueven esta “ética” islámica se
encuentran desde marcas de ropa, bebidas no alcohólicas o restaurantes de fast-food halal, hasta raperos,
dibujantes o cómicos musulmanes. Más que nunca estos nuevos
actores culturales musulmanes están dando origen a una sociedad
del espectáculo islámica que trata de promover, a través de
meras representaciones, unos valores islámicos modernizados y
renovados que buscan competir y tratar de contestar de forma
simbólica la posición hegemónica de Occidente a nivel político,
económico y cultural.
Lo que están haciendo estos actores culturales es expresar sus
valores islámicos a través de categorías identitarias que logren
reestablecer la dignidad de la cultura musulmana en un Occidente que
la sigue viendo con cierta lejanía y recelo. Estas élites
culturales, conscientes del fracaso del islamismo político,
han abandonado definitivamente la idea de establecer un califato
mundial (basado en la utopía islamista), optando por una
(re)construcción de su identidad islámica en base a unos
estándares considerados como modernos y eficientes por las
sociedades occidentales. De esta forma, además de promover una
identidad islámica, tratan de combinarla con otros valores
compartidos con las sociedades occidentales, como son la ética de la
solidaridad, la caridad o la responsabilidad para con el otro; a la
par que reinterpretan sus relaciones con los no-muslmanes.
Al afirmar que las nuevas élites musulmanas tratan de promover una
identidad islámica adaptada a los cánones de modernidad y
eficiencia occidentales, no se está afirmando otra cosa sino que el
islam ha sido absorbido por las lógicas del consumo y del
capitalismo de mercado y se está erigiendo en verdadera sociedad del
espectáculo. No pueden entenderse si no es dentro de esta
perspectiva el gran desarrollo del mercado de comida halal o de
marcas que promueven la “ética” islámica tales como Dawah Wear o Muslim Gear.
Estas nuevas marcas de ropa urbana utilizan logos y diseños modernos
que sólo tendrían un sentido islámico para aquellos que se lo
quieran dar, pasando inadvertido para el común de la sociedad. A
través de lemas como “believe in what you wear”, de
Muslim Gear o de este otro “wake your soul up, it's time
for real heroes” de Dawah Wear se busca desactivar los
estereotipos negativos contra el islam a través de una
cosificación de la fe islámica que la convierte en un objeto
moderno, desenfadado y urbano. En definitiva, se trata de hacer
atractiva la fe islámica para la juventud, a la par que se busca
mitigar la estigmatización de la comunidad musulmana y “normalizar”
el islam a ojos de la sociedad. O, lo que es lo mismo, se banaliza el
islam para adaptarlo al contexto socio-político occidental de la
post-modernidad capitalista y hacerlo así socialmente aceptable.
Así pues, resulta interesante observar cómo la identidad islámica
ya no necesita presentarse, ni ser representada, como algo político,
ideológico o institucional, sino como la libre elección de un
consumidor individual. Las élites culturales musulmanas lo
han entendido a la perfección y han sabido incorporar y readaptar
sus reivindicaciones a las lógicas del mercado sin las cargas de sus
predecesores islamistas. De esta forma han traspasado el clásico
discurso islamista basado en la decadencia occidental y en la
necesidad de una purificación espiritual, a otro discurso que
contextualiza la situación de la comunidad musulmana europea
poniendo el acento, no ya en tratar de mostrar la superioridad moral
del islam, sino en cuestiones tales como las desigualdades económicas
y sociales o la estigmatización del islam. En resumidas cuentas,
promueven un discurso basado en los problemas sociales de las
sociedades occidentales en un lenguaje coloquial y simple que lo hace
accesible a todo el mundo (no solo a los musulmanes), desmarcándose
así de las autoridades tradicionales que promueven un discurso
demasiado erudito, inmóvil y alejado de la realidad social. Es así
como, a través de la performatividad de un discurso con vocación
universal, las nuevas élites culturales musulmanas logran
contestar al imaginario occidental en los mismos términos que marcan
sus cánones modernos.
Buena prueba de todo ello es el rapero francés Medine,
quien, a través de un discurso renovado, quiere promover su
talento y su mensaje sin la necesidad de caer en el proselitismo. Sí,
es musulmán y reza sus cinco oraciones diarias, pero en estos
momentos está más interesado en promover un lugar común entre el
universo islámico y la cultura occidental. Para ello utiliza el rap
como principal herramienta de lucha social hablando más de
principios y valores universales que de dogmas, valiéndose de unas
letras inteligentes e irónicas que buscan colocar al “otro”
frente a un espejo con la intención de poner en evidencia los
múltiples y absurdos estereotipos y prejuicios que operan tanto en una dirección como en la otra.
Medine se consolida como el paradigma de esta nueva élite cultural (en
su versión más crítica y consciente, eso sí) a la que nos venimos
refiriendo. Nacido en Francia y de orígenes argelinos, ha pasado de
un discurso islamista, más o menos tradicional, a otro de carácter
más universalista y basado en la justicia social. Pero este joven de
Le Havre no solo puede ser etiquetado como rapero y
musulmán, puesto que también ha publicado un libro,
ha creado una marca de ropa (LSA-Le
savoir est une arme), es luchador amateur de grappling (pero también ha creado una escuela educativa de boxeo en un barrio
periférico para promover la integración y valores sociale), ha
fundado un sello discográfico llamado Din Records... En
definitiva, su biografía muestra a la perfección cómo estas élites
culturales logran manejar a la perfección dos mundos en aparente
contradicción y antagonismo.
Pero
en la sociedad del espectáculo actual un producto no logrará triunfar si no se
hace de acuerdo con los cánones de la modernidad occidental, y Medine lo sabe.
Por ello el mensaje que representa y que quiere transmitir a un amplio público
se resume bajo el eslogan I'm muslim: Don't panik, que
impregna todo lo que le rodea (el nombre de uno de sus díscos, el nombre de la escuela de boxeo,
el título de su libro). A través de este
ingenioso e irónico eslogan se esconde un complejo y elaborado discurso
religioso y político que combate la estigmatización de la comunidad musulmana
presentando el islam como una fe pragmática y racional y a los musulmanes como
agentes activos y creativos de la sociedad, que tratan de resistir y subvertir
el imperialismo cultural de Occidente.
el islam político no significa necesariamente un califato y un imperio islámico.
ResponderEliminar¿y occidentales los que van a vivir en países ricos del golfo por ejemplo también tienen que adaptar a los cánones de modernidad ,gran progreso económico y eficiencia del oriente?
ResponderEliminarBuenas gracias por tus comentarios!! En primer lugar, comentarte que soy consciente de que el islam político no implica necesariamente la idea del califato y de que es una pequeña generalización discutida y discutible que igual requeriría de un análisis más profundo.. Pero eso igual nos llevaría otro post o incluso una tésis en su totalidad ;) El caso es que con esta entrada simplemente quería poner de manifiesto dos tendencias o procesos que, creo, pueden observarse en la actualidad.. Por un lado, la gran plasticidad y adaptabilidad del islam a contextos sociales muy diversos, derivado del hecho de que es una tradición religiosa con un largo recorrido histórico.. O, dicho de otra forma, lo creativos e ingeniosos que son muchos y muchas musulmanes a la hora de vivir su fe alejados de sus “orígenes” y cómo son capaces de conjugar el islam en su día a día sin que ello les suponga ningún tipo de fractura identitaria (como a menudo tiende a plantearse).. Mientras que por otro lado he tratado de reflejar cómo este proceso de plasticidad del islam se fe fomentado por la condición postmoderna o de la segunda modernidad en la que vive inmersa Occidente; así como la increíble capacidad del sistema capitalista de adaptarse a todo tipo de mercados y situaciones en aras de obtener beneficios, motivo este de su éxito..
ResponderEliminar*(..) se ve fomentado, no, se fe fomoentado..
EliminarEn cualquier caso tus críticas son más que bienvenidas ya que dialogando y debatiendo aprendemos todxs!!
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